EDITORIAL

Fátima es el santuario de las esperanzas cumplidas y por cumplirse. En la historia de las apariciones de la Virgen a los tres pastores: Jacinta, Francisco y Lucía, ella, María, les expresa sus deseos a favor de los hombres, sus favores en medio de la maldad humana; ofrece su seguro triunfo sobre las fuerzas del mal. Fátima sí, es un lugar donde Dios recuerda a la humanidad su presencia, a través de la Virgen intercesora en favor de los hombres.
Recordando Fátima resuenan las palabras de la Virgen: ¡Al fin mi corazón triunfará Rusia se convertirá y el mundo tendrá paz! Las promesas se cumplirán. Cuando el Papa Juan Pablo II consagró el mundo y Rusia al Corazón Inmaculado de María, llegó el cambio estructural en la Unión Soviética. Rusia abandonó el marxismo ateo, las iglesias cristianas tuvieron libertad, la gente volvió a sacar a luz los iconos que tenía escondidos en sus casas, donde les daba culto secreto, se realizó el acercamiento entre el Patriarcado ruso y el Papa.
¿Cómo se pudo realizar todo esto? La fuerza de la oración, el ofrecimiento de sacrificios.
El viaje del Papa a Fátima en los días que recuerdan las primeras apariciones (13 de mayo) se fue expresando en el optimismo suyo y de toda la Iglesia. La última palabra la tiene Cristo: yo he vencido al mundo.
El rezo del Rosario en la capilla de las apariciones es una respuesta a la invitación de la Virgen, que, en Fátima exhorta el rezo del Rosario, es además un testimonio para todos los creyentes para que recordemos que la oración es agradable a Dios, para que se cumplan las promesas de vida.
Y en estos momentos difíciles, cuando los ataques a la Iglesia, en parte justificados por las incoherencias de unos presbíteros, se han hecho insistentes, la oración de la esperanza, en el Santuario de la esperanza, tiene una motivación más expresiva. En la tarde del día 12, reunidos con los sacerdotes, diáconos y seminaristas, religiosos y movimientos apostólicos, Benedicto XVI consagró a los sacerdotes al Corazón Inmaculado de María. De esta oración, extraemos algunos fragmentos:

Madre Inmaculada, 
convocados por el amor de tu Hijo Jesús,
Sumo y eterno sacerdote, nosotros,
hijos en el Hijo y sacerdotes suyos, 
nos consagramos a tu Corazón materno,
para cumplir fielmente la voluntad del Padre.
Somos conscientes de que sin Jesús
no podemos hacer nada (Jn 15,5)
y de que, sólo por él, con él y en él, 
seremos instrumentos de salvación
para el mundo…
Ayúdanos con tu poderosa intercesión,
a no desmerecer esta vocación sublime,
a no ceder a nuestros egoísmos,
ni a las lisonjas del mundo,
ni a las tentaciones del Maligno…

Al Corazón de la Madre todos los sacerdotes renuevan su consagración a Cristo y a sí mismo
Fray Max